28 jul 2014

Vivir

Cuenta la leyenda que es mejor de a dos, que la vida solos no trae tanta dicha. ¿Un complemento? No lo creo, es quizá una sonrisa más para ver en los bellos momentos y un hombro siempre dispuesto para recibir lágrimas.

Es necesario ser cauteloso, pero no en extremo. Por eso se tiene que entregar lo que se tenga. Arriesgar sin medida para encontrar quien esté dispuesto a lo mismo. No se trata solo de tener una pareja, existen quienes son expertos en brindar alegría con otro tipo de amor: amigos les llaman.

Cariño, de nombre le pusieron, y a todos un poco les dieron. Es la capacidad para entregarse al otro sin interés de por medio, sin esperar retribución. No se aprende, no se enseña. Solo se vive.

Por eso: entréguese ante la vida. Ame, no odie. Perdone, sane, olvide. Sea feliz, pero solo cuando haya podido hacer felices a otros también. Deje atrás el egoísmo y preocúpese por lo que esté más allá de sí mismo. Ocúpese de quienes lo rodean, y verá cómo comienza a encontrar sonrisas entre tanta mierda que hay en este mundo.

La vida se trata de eso, de ir en contra de lo sencillo. Arriesgarse a hacer lo difícil, lo que parece imposible. Créame, aunque no lo logre, el esfuerzo siempre será recompensado. Entonces, comience de una vez a vivir.

23 jul 2014

Consejos

En cuestiones de cariño nadie es experto. No lo es quien a muchas mujeres ha tenido, tampoco quien ha sabido tener solo a una. Utilizo el verbo tener porque es más sencillo de comprenderlo así, pero nadie es dueño del otro, solo para que quede claro.

A la mujer, quiérala como jamás lo ha intentado, esfuércese sin medida, hágalo incluso hasta que le duela. El intento valdrá la pena, el esfuerzo será recompensado, tal vez ahora o quizá después. Quiébrese el lomo si tiene qué, rompa las fibras de sus músculos si se ve obligado a hacerlo.

Créame, no hay mayor satisfacción en esta vida que una sonrisa sincera, producto de sus actos, y proveniente de aquella por la que usted tanto ha hecho. No es posible medir su valor, y quizás solo es comparable, a medias, con la dicha de alegrarle la vida a su madre.

Es más, piénselo así: trate a su mujer como cree que debería tratar siempre a aquella que le dio la vida. ¿Quién más que ella merece todo de usted? Nadie, téngalo por seguro.

No provoque lágrimas en sus ojos y si lo va a hacer, procure que sean de alegría. No querrá verla triste. La vida no se trata de encontrar la felicidad, sino de una búsqueda constante de ella, y qué mejor manera que avanzando entre sonrisas.

Insisto: no se limite, no sea cauteloso, no mida sus acciones. Claro, siempre que sea por el bien de esa bella persona que supo ganarse toda su entrega y confianza.

Me atrevo a decir, incluso, que este es el único espacio de la vida en el que el exceso no es malo. Permítase desbordar amor, cariño, respeto, ternura, dulzura y cuantas más acciones se le ocurran para hacerla feliz.

Le repito: sáquele sonrisas todo el tiempo. Porque le aseguro, una vez usted se vea reflejado en el brillo de sus ojos y en el destello de sus dientes, entenderá que, queriéndola así, usted también es feliz.

29 abr 2014

Ausencia

Al viejo lo extraño a diario, a pesar de que está presente en mi mente, en mi alma, en mi corazón. Mis triunfos se los dedico, aunque me duele pensar que él no es testigo de ellos, pues a veces mi confianza decae y dudo de su compañía.

Cuando tengo la fe intacta no ocurre tal cosa, pues siento la plena certeza de que está siempre a mi lado con su brazo en mis hombros, justo como lo puso unas horas antes de morirse.

La presencia de Froilo no la siento desde casi hace ocho años. Su aniversario de muerte es el 28 de mayo, falleció en el 2006. Hoy he sentido su ausencia como pocas veces, quise verlo sonriente, con su ropa impecable, su bigote más que bien llevado y su poco pelo siempre ordenado. Quise encontrarme con él en mi casa, ansioso por verme y felicitarme por mis logros.

Lástima, nada de eso ocurrió. Y tal vez, si sigo recto en mi camino contra las drogas y el licor, tampoco ocurrirá jamás. Duele bastante pensarlo, todavía más vivirlo; pero nada puedo hacer. Mi viejo está muerto y estoy seguro que fue por una razón.

Gracias a ello, al desagradable sentimiento de extrañarlo día y noche, he encontrado el valor en detalles de la vida que jamás imaginé. La sonrisa de mi vieja, aquella mujer que lo acompañó durante más un cuarto de siglo, es ahora el tesoro más grande que encuentro. Los abrazos de mi hermano, a quien también extraño siempre, son el motivo perfecto para anhelar su visita.

Camilo partió hace poco, diez u once meses y contando, pero con él se fue la mitad de mi vida. Los enojos, las peleas y discusiones, son ahora lágrimas que derramo porque ya ni siquiera para eso puedo tenerlo en cuenta. Su voz en el teléfono y los infinitos recuerdos bellos que viví a su lado son el consuelo de su ausencia.

Los extraño. Son mi vida y no están conmigo, aunque yo procuro cargarlos para donde sea que vaya y con quien sea que vaya. En mi alma y en mi corazón, mi hermano y mi viejo son inamovibles. Mi vieja, ella es quien reina allí.